Obviando el hecho de que festejamos el día del animal como que los humanos no fuéramos animales, podemos concluir que las fechas especiales son para darle relevancia a un tema en la agenda de todos. Porque lo que no está en agenda, no importa, y algunos temas que nos pasan desapercibidos en el día a día, ameritan un empujón de acción, o por lo menos de conciencia.
En varios posteos pasados mencionamos que el Día del Animal en Argentina fue en honor a Dr. Ignacio Lucas Albarracín, pionero en Argentina de la lucha por los derechos de los animales, en la fecha de su muerte, el 29 de abril de 1926.
Hoy, si nos preguntamos por la validez de esta fecha, hay mucho para
considerar.
Por un lado están los animales con los que compartimos nuestro ecosistema
urbano: perros, gatos, pájaros, ratas, lagartijas, algunas tortugas (de cuando
aún no estaba prohibida su comercialización), conejos y más recientemente,
hurones. A todos ellos se los llama Mascotas. El término mascota está mal
visto por los proteccionistas, porque implica una objetivación del animal:
verlo como un objeto con una función -por ejemplo cuidar la casa o cazar ratas- más que como un ser vivo con sentimientos y sensaciones físicas.
El término más adecuado al momento es “animal de compañía”, que implica
un tratamiento más considerado, porque es asumir nuestra necesidad humana de compartir experiencias con las otras manifestaciones de la vida, lo cual es natural si lo pensamos medio segundo. Estar sólo entre humanos es un poco sofocante desde mi punto de vista 🙂
Por el otro lado, están los animales de ecosistemas más lejanos a la ciudad,
como la selva, los pantanos, los bosques, las estepas, la montaña, etc. Aunque la mayoría de los que vivimos en la ciudad no frecuentamos en el día a día a los otros ecosistemas, eso no quita que tengamos un gran impacto en ellos.
Cómo tengo yo un impacto en los animales que viven en ecosistemas tan lejos de mi casa?
Entramos en temas de biodiversidad y conservacionismo. Esto tiene que ver con que casi toda la actividad humana tiende a llevarse puestas a las demás
especies animales, junto con todo su entorno.
Qué hacemos los humanos para llevarnos puestos a todos los demás animales?
Consumimos papel, cartones y madera que vienen de árboles que se sacan de bosques. Cuando le sacamos árboles al bosque, achicamos la casa y la comida de un millar de especies de animales e insectos cruciales para el equilibrio de la vida de todo el planeta y alteramos la humedad del suelo y de la atmósfera, de mil maneras.
Comemos frutas y verduras provenientes de lugares lejanos que requieren
transporte, aumentando la huella de carbono. Todo por el placer de tener esa fruta que no se corresponde con nuestra estación.
Elegimos frutas y verduras de colores brillantes y sin bichitos, lo cual implica el uso de semillas modificadas genéticamente, pesticidas, fertilizantes y colorantes para lograr un producto más vistoso, sospechosamente duradero, que crezca más cantidad en menor superficie, erosionando la tierra y su resiliencia, que es su capacidad para recuperarse.
Nos deleitamos con cremas de belleza y alimentos a base de aceite de palma que se obtienen de la palmera aceitera, para cuya plantación se aniquilan a las selvas tropicales, a sus poblaciones originarias humanas y a especies
arborícolas como el orangután, que está en peligro de extinción, entre
muchas otras.
Elegimos productos de limpieza y cuidado personal sin entender sus componentes venenosos o cancerígenos, y sin pensar como eso termina en el aire, la tierra y el agua. Y sin pensar que muchas veces son testeados sobre animales con una crueldad inverosímil, propia de una película de terror.
Resolvemos demasiadas cosas con plástico descartable (bolsas, packaging, comida para llevar) que viene de procesos industriales cuyo principal insumo es el petróleo, súper contaminante para el aire y el agua, que son la base de la vida en la tierra.
Hacemos espacio en casa deshaciéndonos de todo tipo de productos sin tomarnos el tiempo de entender si realmente son basura.
Nos enamoramos y desenamoramos muy rápido de lo que tenemos: ropa, accesorios, muebles, herramientas, electrodomésticos, etc, y creemos que donarlo es suficiente para reparar el daño.
Para comer el asadito o la milanesa, nos deshacemos de ecosistemas enteros que pertenecen a muchos habitantes animales, para extender la superficie ganadera, lo cual que implica:
Arruinar la capacidad de la tierra de absorber el agua y mantener un montón de especies, lo cual se traduce en cambio climático, entre otras cosas.
Disponer de cientos de miles de animales que son tratados con crueldad, como productos -sin ninguna consideración por sus sentimientos, su miedo, su dolor- mucho antes de ser fragmentados y empaquetados sin vida.
Un uso desmesurado de agua, el principal recurso escaso del futuro cercano, y también de este preciso momento, para sostener a los animales mientras viven.
También el cultivo excesivo de soja para alimentarlos, que erosiona los suelos, sumado el transporte desalmado con sus emisiones de CO2
La concentración de gas metano, que contamina nuestra atmósfera.
La terrible y concluyente verdad de que en la misma superficie ganadera que alimenta a unos pocos, podría cultivarse alimento suficiente para terminar con el hambre en el mundo entero.
Hay sobre la polución sonora y la actividad de la actividad de las abejas; las
aves…hay más, pero alcanza por ahora para un panorama rápido.
La mirada “conservacionista” es tramposa, porque parte de una visión de lo que perjudica a los humanos al perder recursos que va a necesitar en el futuro. Se basa en explotar la naturaleza previendo que quede algo para que las generaciones futuras también tengan su parte.
Hablar de Biodiversidad es más igualitario, porque refiere más directamente a la interdependencia de las especies y a ver a la misma tierra como un organismo vivo, con un equilibrio delgado y fácil de vulnerar.
Hay terminología científica y cifras para todo tipo de enfoque. A veces creo
que prevalece el enfoque egoísta, para persuadir a los humanos sobre cómo su actividad los perjudica a ellos mismos, sin consideración del punto de vista de las demás especies, que también tienen sus motivos. No creo en la ciencia o en la estadística sin corazón. Creo que todo se reduce a la empatía.
No es necesario saber cifras exactas de cuántos perros hay en la calle y sin
hogar para entender que hay que adoptar en lugar de comprar. No es necesario saber cuántos bosques se talan o animales se matan para nuestro consumo cambiante y caprichoso. O entender que hay gente sin recursos porque los tienen otros. O países sin desarrollar porque fueron vaciados de sus riqueza cultural, cuando cultural viene de cultivo.
El mundo es un templo que alberga a millones de especies vivas increíbles,
donde todas tienen el mismo derecho a ser felices, no sólo los animales
humanos.
Yo creo en algunas máximas que colaboran con un mundo más feliz para todos:
Menos es más.
Comprar menos, elegir bien, hacerlo durar (frase prestada).
La moda es pasajera y está hecha para que me aburra. Lo clásico nunca falla.
Los muebles, la vajilla y la ropa de la abuela tienen mucho más carácter y
mejores terminaciones que lo que venda Fallabella.
Transformar o reparar lo que tengo antes de comprar.
Comprar usado antes que nuevo.
Elegir lo versátil, fuerte y de bajo mantenimiento.
No esperar que la ropa que uso o las cosas que tenga me hagan especial. Va por
otro lado.
Si algo tiene más de 3 ingredientes, mejor no.
Si un ingrediente no se entiende o no se puede deletrear, mejor no.
Si algo tiene una fecha de vencimiento de años, mejor no.
Comer sólo lo que esté dispuesta a obtener con mis propias manos, de ser
necesario.
Comer lo que sé que crece en la estación que estoy viviendo.
Comprarle a un productor local que evita el veneno.
La bici purifica el ambiente y también a mi organismo y a mi mente!!!
Aprovechar la cocina para experimentar sobre el cuidado personal: el limón, el
vinagre, el bicarbonato de sodio, las almendras, la remolacha, el arroz, el té
verde, las legumbres, las semillas y muchos otros son elementos indispensables
para la alimentación, la limpieza del hogar y el cuidado personal. Con ellos me
puedo liberar para siempre de muchísimo veneno encubierto en estrellitas
chispeantes en el dibujo de un piso lustroso de los envases de mil productos
malísimos.
Y también creo en visualizar, meditar y rezar para cambiar la energía y
cambiar la realidad. Suena New Age o Hippie, pero ayuda a un estado mental más claro, optimista y activo.
El respeto de todas las especies sólo puede tener efectos buenos. La empatía
con un animal nos ubica en otro lado también frente a las personas. La
compasión siempre, SIEMPRE es buena.
En fin.
No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce.
Espero que Fauna Querida colabore en dar a conocer a ellos, los que tenemos que proteger.
Ellos y muchos otros. Vamos paso a paso.
Ojalá en el año 3000 se acuerden del 2000 como ese loco mileño en que las
personas todavía creían que la tierra era su juguete y que el día del
animal era para el perro. Con suerte, en el año 3017, el Día del Animal va a
ser el día de la vida animada, y donde todo bicho que camine vaya a parar a
donde quiera y no a donde lo manden.
Feliz día a todos los animales (incluídos los que no se acuerdan que son uno), al Señor Albarracín por ser un animal avanzado para su época y todas mis energías para aquellos animales que no pueden elegir la forma en la que viven.
Por un mundo G E N T I L, con #masamoranimal y #libredecrueldad
+♡ ^ ᴥ ^
Abrazo,
Mel
Sobre el Dr. Ignacio Lucas Albarracín:
(31 de julio de 1850- 29 de abril de 1926)
Estudió derecho y se dedicó a su profesión sin admitir ningún cargo de
naturaleza política. Fue secretario de la Sociedad Argentina Protectora de los Animales fundada en 1879. Sucedió a Sarmiento como presidente de dicha entidad en 1885, cargo que desempeñó hasta su muerte.
Durante su gestión realizó campañas contra las riñas de gallos, las corridas
de toros y el tiro a la paloma. Fue uno de los propulsores de la Ley Nacional de Protección de Animales (Nº 2786), promulgada el 25 de julio de 1891. Esta Ley, llamada comúnmente “Ley Sarmiento”, es la precursora del proteccionismo animal contra la crueldad hacia los animales.
Dueño de una modesta fortuna, más que suficiente para su sencillo modo de vivir, pronto encontró lo que fue el objetivo de su vida y por el que luchó
hasta su muerte: la necesidad de defender a todos los animales, siendo pionero en promulgar que no hay necesidad de martirizarlos, castigarlos o gozar de su dolor.
Albarracín inició su cruzada contra la doma de potros, la riña de gallos, las
corridas de toros, la crueldad en la matanza para faenar animales, el tiro a la paloma, la protección a los equinos de tiro (logrando la obligación de
colocarle protección en la cabeza en los días de verano), en fin, un
sinnúmero de cosas en las que trasuntaba su amor a la naturaleza y el culto
civilizado de la vida.
Asimismo, luchó contra la maldad cinegética, condenó con admoniciones
rotundas el oprobio de los zoológicos que priva de la libertad a las águilas,
que degenera el impulso natural de félidos y enferma de nostalgias indecibles a todos los demás irracionales. Además se opuso el maltrato de las comunidades indígenas. Cuando murió -un 29 de abril- el día ya se celebraba como el día del animal, pero luego de su muerte, se le adjudicó la fecha.
Gracias, de nuevo, Dr. Albarracín por sentar precedentes para la protección de los animales.