Un pañuelito para valorizar a un Perro Real!

Sí. Esta no es la foto más lograda del mundo. Pero es real. Y de un Perro Real. Porque Aurelio, mi perro abuelo, está grande, con varios temitas de salud, y cuando le pedí que posara un toque para mostrar el pañuelito a los demás perros, me dijo que no estaba de humor, y se metió en su clásico doble techo, abajo de una mesa, contra un rincón, para que no le rompa los quinotos.

Y está bien. Se quiere jubilar y está en pleno derecho.

Así que esta fue la mejor foto que pudimos lograr bajo estas condiciones de tercera edad.

No importa. Creo que trabajar con lo que hay es honrar al mundo real y es un gran entrenamiento para el cerebro.

Volviendo al tema del título, hablo de valorizar porque veo por la calle como la gente se enternece cuando un perro está medio tuneado.

Aclaro que no adhiero para nada al tema del perro loockeado de humano. Onda, campera de cuero y anteojos, o animal print.

Pero confieso que este detalle de los pañuelos me parece un justo medio. Sobre todo un medio de comunicación. Porque tiene como ese sentido de haberle puesto al amigo perro algo que consideramos especial. Y si hacemos eso, es porque él es especial. O ella, claro.

Y también soy de las desquiciadas que aprovechan cada oportunidad para decir que el perro es adoptado, que hay que adoptar y que nada más increíble que el amor y la lealtad de un perro rescatado.

Por otro lado, pienso en una charla imaginaria que va así:

Persona: Aaaah, que ternura! Y anda con pañuelito!

Yo: Aay, sí. Él es así. Tiene estilo. (risas)

Persona: Es viejito, no? Cuántos años tiene?

Yo: y…es difícil saber! Lo encontré en 2014 y ya e calculábamos por lo menos unos 8 años.

Persona: Ah! Lo encontraste!?

Yo: Sí, ya levanté varios! Este se quedó de staff permanente, pero ya levanté y di en adopción varios más.

Persona: Ah, que bien! Sí…

Y en ese momento Aurelio tironea para seguir el paseo y redondeamos con un Chau, suerte! mutuo.

Peeero, dónde está la gracia de todo esto?

La clave está en la repetición.

Las cosas nos entran en la cabeza a) porque nos tocan el corazón y/o b) por la bendita repetición.

No por nada la publicidad se encarga de taladrarnos la cabeza con actores vestidos de médicos o de científicos repitiendo cosas, como que ese dentífrico o esa crema o ese yogurt o ese postrecito son geniales para nosotros. Después de escucharlo 100 veces tenemos la sensación de que es verdad, o de que se nos ocurrió a nosotros, o de que el médico lo dijo. Y nos olvidamos de los intereses comerciales de las mega corporaciones que no están pensando en nuestro bienestar precisamente.

Por eso yo aprovecho todas las oportunidades que tengo para expandir el mensaje de adopción. Nunca, nunca sobra. Para instalar una idea hay que taladrar. Pero cuanto más desapercibido el taladre, mejor!

Que parezca casual!

Estos pañuelitos son facilitadores de esos momentos de taladraje sutil y amoroso. Y nada mejor que con la prueba viviente al lado tuyo, moviendo la cola y reforzando el concepto.

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