Si algo nos está enseñando este virus es que muchas de las cosas que hacemos como humanidad son dañinas e innecesarias. Y que otras son esenciales e imprescindibles.
Muchas de las industrias producen productos que vienen a llenar vacíos existenciales de nuestras vidas. Vacíos que se llenan con conexión con la naturaleza, la conexión con otros seres humanos y seres de otras especies, y la capacidad de expresar esas cualidades únicas que traemos dentro y que podemos aportar a los demás. O debemos, inclusive.
El freno de la producción, del tráfico terrestre y aéreo y de la venta de bienes superfluos está demostrando lo rápido que puede sanar el planeta cuando lo dejamos descansar. Igual que el reposo digestivo y el ayuno intermitente en nuestros cuerpos.
Las industrias que producen nuestra ropa de moda, nuestros objetos decorativos, nuestros muebles, libros y todo lo que vemos a nuestro alrededor producen los gases de efecto invernadero (CO2, NO2, metano, etc.) y otras partículas finas en el aire que sólo causan daño. Pero la responsabilidad no es enteramente de las industrias, sino de nuestra demanda, de nuestro apetito insaciable por llenar algo que no se llena con objetos.
El Parlamento chino reconoció “el grave problema del consumo excesivo de animales salvajes y los grandes peligros ocultos para la salud y la seguridad pública”. Pero no podemos quedarnos en los animales silvestres.
La ganadería tradicional -aparte de ser una industria extremadamente cruel- también es una fuente de envenenamiento planetario y de nuestros organismos. En nuestros países también se consumen todo tipo de animales, salvajes y domesticados.
Hay un mensaje muy claro en el hecho de que este virus no dañe a los animales no humanos. Es un llamado.
Es importante que podamos relacionar este virus con su origen, que es una crisis de identidad de la humanidad, que se refleja en una tremenda crisis ambiental. El ser humano necesitó hasta ahora pararse en la cúspide de una pirámide imaginaria para sentirse valioso y mandonear desde lo alto. Tenemos que romper este patrón tan absurdo y deshacernos de este halo de superioridad cuanto antes.
Cuando vemos inferioridad en los demás animales, en realidad significa que no sabemos entender sus códigos de comportamiento ni valorar la riqueza que hay en la diversidad biológica.
Lo mismo se ve entre humanos, donde es evidente que tampoco sabemos valorar la diversidad cultural. El bullying, el racismo y el sexismo son una muestra clara de este patrón de comportamiento.
Cuando vemos en otro animal vulnerable la posibilidad de dominación, es porque en algún lado nos sentimos oprimidos y reproducimos en otros lo que nos hacen.
Cuando avalamos la violencia porque seguimos demandando productos que se producen con violencia, somos partícipes y co-responsables. No son las empresas o los gobiernos. Somos todos. Y nos perjudicamos todos. Esto no es mala suerte. Es karma ambiental y espiritual. Es un recordatorio de que dañar a otro es dañarnos a nosotros mismos. Que no cuidar al otro es no cuidarnos a nosotros mismos.
Y dañar no es solo salir a lastimar o matar de forma directa. También es consumir m*erda pasajera para llenar muy efímeramente esa sensación de que no sabemos para qué estamos acá, en esta vida, en este planeta, al servicio de qué.
Dañar es preocuparnos solamente por la salud de nuestrxs hijxs y no de lxs hijxs de lxs demás. Porque si cada uno sólo cuida de sus hijos, en el fondo NADIE está a salvo.
Dañar es decidir no reaccionar, sobre todo cuando reaccionar está a nuestro alcance. Dañar es fingir que no pasa nada y seguir consumiendo cualquier producto descartable, aunque sea de papel en lugar de plástico. Aunque sea biodegradable. Y sí, aunque sea compostable en la compostera de tu casa. Dañar es consumir carne y cag*rnos en lo que siente el animal en el proceso que atraviesa hasta llegar a nuestro plato.
El coronavirus es un sabio llamado de atención de la naturaleza que sólo sacude a la humanidad. Nos está obligando a unirnos y está llamando a la acción con la urgencia que se necesita para frenar la crisis ambiental que pone en peligro la superviviencia humana y de todos lo demás.
Pero si sólo pensamos en nuestra especie, estamos jodidos.
Significa que no entendimos que aquello que no cuidamos o no consideramos importante -como los demás animales, las abejas, los hongos o las hormigas- es esencial para la armonía de la que depende nuestra supervivencia. Significa que no entendemos cómo todo se conecta.
Significaría que peleamos por la razón equivocada, una razón egoísta y estéril.
El mensaje del coronavirus es, entre otros, que estamos tremendamente interconectados por la saliva, las relaciones, los trabajos, los caminos que recorremos juntos y nuestra forma de transitar el mundo en todos los sentidos.
Pasar a la acción
Para aprovechar esta pandemia en el mejor sentido, podemos tener en cuenta los principios de “La anatomía de la acción”, una colaboración entre UNEP y UNSCHOOL para activar la vida sostenible.
Hace poco dí una clase sobre sostenibilidad en los negocios en el HubEmprendedoras de Impact Hub Donostia y comparto acá una parte del asunto!
El asunto es enfocar nuestra energías en los 5 aspectos clave que más impacto tienen en el medio ambiente:
Comida:
Podemos eliminar o reducir la carne y los productos animales y adoptar una dieta basada en plantas. Si te interesa, estaré dando charlas sobre transición al veganismo, para que te sea más sencillo. Lo avisaré por el newsletter! Suscribite!
Sacar los desechos orgánicos de los basureros y vertederos para reducir el gas metano, mejorar la fertilidad del suelo y aumentar el acceso equitativo a los alimentos frescos. ¡Compost, compost, compost!
Cultivar nuestros propios alimentos (aunque sea un puerro en una maceta, lo importante es empezar por algún lado!) para ahorrar dinero y reducir el transporte, el embalaje y el desperdicio de alimentos. De paso conectamos con el origen de los alimentos y sus ciclos! Cuando tiramos un tomate podrido del fondo de la heladera, no conectamos con todo el camino que hizo ese tomate para llegar. Este es un lujo que ya no nos podemos dar.
Cosas:
Consider lo que verdaderamente necesitamos y comprar productos que durarán más, se usarán varias veces y están destinados a permanecer en la economía el mayor tiempo posible antes de ser remanufacturados.
Evitar la moda, siempre. Comprar menos y mejor, lejos, leeeeeejos de la moda rápida que produce en masa a costa de la justicia ambiental y humana.
Rechazar los productos cotidianos que no pueden reutilizarse. Cambia los productos desechables diarios como pajitas, bolsas, tazas de café, empaques de alimentos, tenedores, navajas de afeitar, productos sanitarios por alternativas reutilizables, a la larga ahorrarás dinero
Movilidad:
Caminar o andar en bicicleta para ir a trabajar, y demandar a tu gobierno y empresas locales que proporcionen opciones de transporte público más sostenibles y seguras.
Conducir menos, compartir viaje y cambiar a autos a electricidad. La reducción del automóvil genera ahorros en costos y tiempo, mejor calidad del aire, menor ruido y menos congestión. Mirá la calle ahora que no hay casi autos. Cuánto mejor sería si esto fuera una tendencia en ascenso! Revertiríamos el cambio climático enseguida!
Exigirle a las empresas un par de días de homeoffice a la semana, a nivel planetario, puede bajar las emisiones a la mitad. Y se necesita mucho mucho más. Pero hay que empezar por algún lado.
Utilizar vehículos eléctricos y favorecer que surjan nuevas estaciones de carga. Empujar a las empresas nacionales a adoptar u abaratar esta tecnología, y exigirla para los colectivos y buses!
Dinero:
Si no estás invirtiendo de manera responsable, estás invirtiendo de manera irresponsable. Usa tus principios éticos para guiar tus inversiones. Todo lo que compramos tiene un impacto en las personas y el planeta.
Hacer una planificación financiera sobre las opciones disponibles con motivación ética. Elegir invertir más en bienes y servicios producidos localmente que inyectan efectivo en tu propia comunidad.
Desinvierte en bienes y servicios, acciones, bonos y empresas con impacto negativo. No le compres a grandes marcas. Son las que logran abaratar los costos y hacerte pensar que los recursos del planeta y el trabajo de las personas no valen nada. Es el problema de las grandes escalas, que diluyen el valor de todo, incluso del producto.
Diversión:
Mantenerse local puede reducir tu huella de carbono, ayudar a las economías locales y puede ser más rentable. Cuando vayas lejos, quédate más tiempo y elige mejores productos.
Abrazar una vida de aprendizaje constante, aventura y curiosidad, y mantener una mente abierta. Aprender llena mucho más que un jean último modelo o el último Iphone.
Dedicar más tiempo y recursos a las experiencias y servicios que agregan valor a tu vida, en lugar de los productos materiales que pasados los años no sabremos qué pasará con ellos.
Buscar experiencias que te llenan y además mejoran el planeta, como voluntariado para plantar árboles, rescatar animales, ayudar a animales humanos, etc. Hacer acciones de servicio es mucho más bonito que comprar sin parar.
O juntarse entre amigos en plan club de cine, lectura o tirar cartas de Tarot. El sabor de la vida está en la conexión. No en el consumo.
Reflexiones finales sobre la identidad humana
Es hora de superar esta crisis de identidad humana. Nuestro valor no depende de pararnos en un escalón por arriba de todo lo demás y romperlo para probar nuestra fortaleza. En el estado madurativo humano, eso es algo de la primera infancia.
Nuestro valor no pasa por el consumo compulsivo, las marcas, la apropiación infinita de cosas, el imperialismo personal.
Nuestro valor pasa por cómo nos comprometemos con el cambio, entendemos la urgencia del cuidado y nos ocupamos de lxs hijxs de todas las especies, como si fueran los propios.
Quedémonos con lo esencial: la conexión humana, la conexión con la maravilla de la naturaleza y todo lo vivo, y encontrar en nosotros ese propósito que nuestros compañeros de existencia más necesitan.
A mí modo de verlo, esta pandemia es un llamado a conectarnos con nuestro ser más esencial, con lo que nos hace bien a nosotros y también le hace bien a lo que nos rodea. Es analizar qué tipo de trabajo hacemos y cómo eso se conecta con todo lo que pasa. Es dejar de fingir demencia y de esperar a que las respuestas aparezcan mágicamente. Es escuchar a esa vocecita que te baja data y que pensás que escucharla es una estupidez o un signo de debilidad. Es conectar con la vulnerabilidad de la vida y ver cuáles son nuestras fortalezas para regalárselas a lo vivo, que es la maravilla misma. Y no me fumé nada. Pienso así, sin consumir ningún estupefaciente.
Este virus nos demuestra que se puede! Y sin querer, ya empezamos. Que no decaiga!
Abrazo,
Mel